Vivimos mientras somos recordados
Últimamente he dejado de tomar medicamentos cada vez que me enfermo y
prefiero acudir a la medicina natural; creo que muchas veces nuestras
enfermedades son emocionales, psicológicas o energéticas. Creo que nuestro cuerpo físico
nos informa cuando nuestro cuerpo intangible está desequilibrado; pero ese no
es el tema en este caso.
Ayer
pasé una noche terrible con mucha fiebre, presión en la cabeza y congestión,
así que esta mañana salí por plantas medicinales al mercado popular La Alameda
que está en la ciudad donde actualmente vivo (Santiago de Cali). Preguntándole a algunos de los vendedores de plantas medicinales, me
recomendaron inhalar el vapor del eucalipto para la congestión, tomarme una
infusión de limoncillo (Malojillo en Venezuela) con limón, jengibre y miel… ¿Y
para la fiebre? pues, bañarme con agua de la planta Matarratón.
En ese momento
tuve mi primer flashback. Yo ya conocía esa planta. En casa de mi abuela
materna (Nata) había una muy grande que nos dio sombra mientras jugábamos, durante mi niñe z.
Después de dar vueltas por aquel mercado, llegué a casa y me dispuse a
preparar aquellas medicinas naturales. Lo primero que hice fue hervir agua con
matarratón para darme un baño y comenzaron los recuerdos a invadirme. Entre a
la ducha con mi agua tibia y me senté en el piso para derramarla sobre mí de la
forma más suave posible (Porque el señor que me la vendió me dijo que sólo hacia efecto cuando la echábamos lentamente y así el cuerpo podía procesar
bien sus beneficios).
Fue
cuando estaba sobre mi cuerpo aquella agua tibia con ese particular olor, que
comenzó la magia: ¡Tuve un recuerdo muy vívido!... A mis 5 años
aproximadamente, sufrí de varicela y mi abuela Nata me bañó, en el patio de su casa, en una gran bañera con agua tibia de matarratón, bajo la sombra de ese mismo árbol. ¡Y eso fue lo que sentí! , aquel olor, aquella sensación de alivio, aquellas manos sobre mi, aquellas palabras de aliento. Ella nos decía constantemente a mi mamá y a mí que eso iba a mejorarme. -Cabe destacar que
mientras escribo estas líneas, he derramado algunas lágrimas, porque mi abuela murió de una
manera muy triste; pero ese tampoco es el tema inicial-.
Mientras el agua tibia caía sobre mí y sentía a mi abuela ahí, conmigo,
entonces fue que pensé que sólo vivimos mientras somos recordados, y que afortunadamente solemos (o tal vez es una decisión) recordar sólo las cosas buenas de quien ha partido de este plano físico.
Aunque el funcionamiento de nuestro cuerpo físico llegue a su fin, nuestro recuerdo perdurará en las
personas a las que les damos nuestro más puro amor incondicional. No recordamos
las cosas materiales... recordamos los momentos, los instantes, las risas, el
amor, la compresión, la compañía y el apoyo. Creo que ningún medicamento me
habría generado tanto bienestar físico como lo hizo toda esa experiencia que me genero esa planta.
Dicho
esto, los invito a convertirnos en una fuente de amor y servicio en nuestro
tiempo de vida en la tierra. Permitámonos vivir en la memoria del corazón de
los que amamos. Seamos generadores de un hermoso recuerdo en el presente de alguien. No sé ustedes, pero he comprobado que la felicidad realmente es felicidad cuando podemos compartirla. Cuando nos amamos a nosotros mismos, estamos preparados para amar a los demás. Creo que en este mundo tan complicado, tan acelerado y tan superficial, necesitamos de amarnos y también de amar: a las plantas, a los animales, la tierra, el mar, las personas. Creo que amar es el propósito real.