Funeral
¿Recuerdas
como eras hace un año atrás, hace 5 años o incluso hace 10 años? ¿Te sientes igual? Y no hablo del físico, que seguramente ha cambiado un montón.
En este caso me refiero a tu mente, a tu alma, a tu espíritu, a tus creencias,
a tu ser interior. ¿Cuánto has cambiado?
En dos
de mis publicaciones anteriores (“27 años menos” y “Ya fui”) hablaba de esto;
de los cambios de piel, de la transformación. Sin embargo, nunca le hice un
funeral a Crislin del pasado. Solo creí que se cambiaba y ya, pero no. Entendí
que cambiar también implica una muerte, un dolor, un vacío, una perdida, un
duelo.
En algún
momento de mi vida creí que podía (y debía) ser solo de una forma, que debería elegir
un camino y transitarlo sin mirar a ninguna otra parte, que lo que decidiera
hoy no podía (ni debía) cambiarlo mañana, ni nunca. Que debía permanecer
estable, quieta, inmutable, en todos los ámbitos.
Los últimos
años me han enseñado, demostrado y recordado que soy (y la vida es) todo lo
contrario, que tengo muchas facetas, que me gusta explorar varios caminos, que
puedo cambiar de opinión, que puedo renacer, transformarme, reconstruirme,
rearmarme una y otra vez.
Todo bien
hasta ahí, pero ¿Que hago con eso que ya no soy? con todo eso que fui durante
mucho tiempo. ¿Acaso no merece una ceremonia? Todo lo que fui me trajo a lo que
ahora soy. Una muerte supone un duelo y creo que eso merece un funeral.
Perder
partes de nosotros, aunque estén obsoletas, aunque no nos gusten, aunque ya no
las queramos más, aunque no nos representen, sigue siendo la muerte de lo que
fuimos y ya no seremos más. Por eso le hare un funeral simbólico a la Crislin
que se fue y también a la que se está yendo. A todas las partes de mí que ya no
quiero cargar encima. Con música, con baile, con letras, con flores, con
montaña, con fuego.
Gracias
a todas las partes de mí que me han traído hasta aquí. Gracias a todas esas
partes que intentaban protegerme. Gracias a todos esos errores que me enseñaron
a descartar lo que no quiero y no necesito. Gracias por las caídas que me
enseñaron que puedo levantarme una y otra vez; que soy fuerte. Gracias a esas
heridas que me enseñaron a volver a mí, a ser mi compañera fiel, a recuperar mi
poder. Gracias. Estoy lista, sé que ya es hora de cambiar de piel y aunque eso
me asuste, como aquella serpiente que apareció en el rio, no quiero dejar de vivir
nuevas experiencias por miedo.
Gracias también a todas las personas que ya no van a estar en mi presente, porque, así como estoy cambiando, sé que ustedes también y quizás lo que antes nos unió, hoy ya no esté más. Gracias por haber sido compañía, escucha, espejo, abrazo, risa, llanto. Gracias por su energía, por su tiempo, por sus buenas intenciones.
Un abrazo.
Amor, paz y flores.
Cali (Valle del Cauca, Colombia. Octubre, 2021) |